Hoy en día nadie duda de la necesidad de “cuidar” de las personas, ya no sólo desde la perspectiva de la prevención de enfermedades, sino de la promoción de la salud (entendida como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” -OMS, 2013-).
Tampoco dudamos en cuidar de nuestro planeta, respetando el entorno natural que nos rodea. La construcción ecológica o sostenible (Green Building Movement) nos guía en la práctica de crear estructuras y utilizar procesos que sean ambientalmente responsables y que ahorren recursos a lo largo de todo el ciclo de vida de un edificio.
Si conectamos ambas necesidades, surge el gran reto de diseñar espacios físicos promotores de bienestar, tanto para las personas como para el planeta, consiguiendo así un beneficio mutuo (véase figura 1):
¿Y cómo podemos crear espacios físicos atractivos, sostenibles y saludables? El Diseño Biofílico puede ser parte de la respuesta.
El filósofo Erich Fromm fue quién acuño el término “Biofilia” en 1964, definiéndolo como el “amor por la vida”. Aunque quién popularizó este concepto fue el biólogo Edward Wilson en 1984. Según Wilson, “los humanos sienten una afinidad innata por todo lo viviente”. Esto es algo más común de lo que pensamos ¿A que nos es familiar la frase “playa o montaña” cuando vamos a planear nuestras vacaciones?
Con el paso de los años y el creciente desarrollo urbanístico se fue trasladando este concepto puramente biológico al diseño de espacios. Ya que nos hemos ido sumergiendo en entornos cada vez más edificados, asfaltados y digitalizados, necesitamos encontrar la oportunidad de rodearnos de nuevo de la naturaleza en la que, originariamente, hemos evolucionado.
Aunque parezca algo relativamente novedoso, esta tendencia intrínseca a conectar con la naturaleza a través de los espacios se ha visto reflejada en numerosas expresiones artísticas y arquitectónicas desde tiempos ancestrales. Por ejemplo, analicemos cómo en los Jardines de la Alhambra se recrean e incorporan constantemente elementos de la naturaleza en su arquitectura y diseño (correr del agua, vegetación, luz natural, empleo de materiales “naturales” como la piedra, madera…).
¿Cómo podríamos, por tanto, definir el DISEÑO BIOFÍLICO? De forma genérica podríamos definirlo como la “evocación de la naturaleza a través de la incorporación de elementos en espacios urbanos o interiores y cuyo principal objetivo es el de ayudar a que las personas se sientan mejor y conecten nuevamente con el espacio”. El International Well Building Institute ha valorado el diseño biofílico como una de las variables a tener en cuenta para otorgar a los edificios o interiores la certificación WELL® (primera certificación de edificios centrada en la salud y el bienestar de los usuarios). Esta variable, junto con otras, permite obtener los certificados WELL GOLD® o WELL PLATINUM®.
Ahora bien, ¿qué entendemos por “elementos naturales”? Podemos caer en el error de creer que un diseño biofílico consiste básicamente en la incorporación de plantas en el interior. El concepto es mucho más amplio y abarca numerosas opciones. Aspectos de la naturaleza como la luz solar, el agua, el aire o los animales, pueden formar también parte del diseño. Modelos más desarrollados como el de William Browning y Jennifer Seal-Cramer (2014) señalan la posibilidad de recrear, de manera indirecta, entornos naturales a través de texturas, colores o formas que los simulen. La atracción del ser humano por lo desconocido y su necesidad de exploración, también pueden ser resueltas a través de estos diseños.
Por lo tanto, se abre un amplio abanico de posibilidades. Se ha demostrado que la combinación de distintos elementos potencia los efectos que tienen sobre las personas. Pero no por ello debemos pensar que debe ser algo complejo. En muchas ocasiones, cambios o ajustes sencillos pueden generar un gran impacto. Por ejemplo, cambiar la orientación de una mesa de despacho para aprovechar de manera óptima la luz solar, puede ser una medida sencilla que aporte energía y mejor estado de ánimo al usuario. Igualmente, aunque se consiguen los mayores beneficios con la exposición directa a elementos “vivos”, no olvidemos la posibilidad de emplear materiales sintéticos o reprográficos para su recreación. Un gran número de estudios en ambientes hospitalarios encontraron que mostrarles a pacientes imágenes de paisajes agradables inmediatamente antes o después de una cirugía daba como resultado niveles más bajos de estrés y mejores tasas de recuperación.
¿Qué consiguen las personas que se rodean de estos entornos? Los beneficios medidos y contrastados son múltiples y afectan a la dimensión cognitiva, fisiológica y emocional del ser humano. De manera genérica, podríamos decir que nuestro cuerpo reacciona de manera positiva, activándose nuestro sistema nervioso parasimpático (disminución de la frecuencia cardíaca, la presión arterial, etc.); también nuestras emociones se positivizan, sintiendo una mayor autoestima, vitalidad, motivación, sensación de confort y salud, etc. Y además, nuestro cerebro rinde mejor, con mayor concentración y creatividad (lo que consigue un aumento de la productividad).
Están claros los beneficios. No obstante,cada caso requerirá de un estudio previo de las necesidades y expectativas de los usuarios y del entorno que les rodea para poder diseñar medidas ad hoc que puedan aprovechar al máximo los recursos ya existentes.
Fuente; www.is-well.com